Imagina un post patrocinado: "#Revolución gracias a esta sudadera fabricada en Bangladesh y a mi Espresso vertido sobre hielo con leche de soja y vainilla, en vaso compostable".
Basta con abrir Instagram un 8 de Marzo para ver todas esas influencers posando con sus mejores galas. Pocas de ellas pisan las manifestaciones de nuestras ciudades. Porque claro, postear por los derechos es rebeldía… pero mover un dedo más allá de eso ya es #TooMuch.
No se trata de criticar a las personas que usan las redes sociales para ciberagitar, hay personas haciendo un trabajo enorme, poniendo voz y tiempo al servicio de las causas, sino de señalar el postureo. Ese en el que un like sustituye a una donación, o una republicación reemplaza el ir a una asamblea, todo mientras se posa con una camiseta del Che comprada en Zara.
Luego tenemos a las personas que van a las manifestaciones... pero convierten la protesta en una sesión de fotos. Con sus pancartas bien alineadas, outfits coordinados, y carteles con lettering tan bonito que casi da pena mojarlos si llueve. No está mal cuidar la estética, pero hay un punto en el que la estética borra el mensaje. Y ahí perdemos todas.
¿Sabéis qué pancarta me enamoró un día? La que hizo mi camarada Antonio, que rondará los 80 años, en un cartón pintado en rojo, negro y verde que decía: "No a la guerra". Sin filtros, sin tipografías perfectas, sin patrocinio. Solo verdad.
La revolución no se hará en stories que duran 24h, ni en un reel con transiciones de tu palma de la mano. No sonará el temazo que escuchaste el otro día en tu "Descubrimiento semanal" de Spotify, ni la podrás guardar en favoritos. La revolución estará en las calles, en los barrios, en las conversaciones incomodas en el trabajo o en la cola del supermercado. En los pequeños gestos que no generan likes pero sí cambios.
Y lo realmente bonito, verás el impacto en la realidad, no en una tabla de métricas que te diga cuántas visualizaciones has tenido.
Sube tus fotos, tus reels, tus stories. Hazlo si quieres. Pero recuerda, el verdadero cambio no está detrás de una pantalla. La revolución no entiende de filtros. Después de postear, apaga la pantalla. Sal a la calle. La revolución está en los barrios.